La mano en blanco
El escozor es incontrolable. Latidos
acompasados por el dolor que armonizan la ingratitud de la torpeza. Un calor
que quema. Un yeso enmascara la mano, aquella culpable que por vergüenza es
sometida al anonimato bajo un muro blanco.
Caídas aparatosas, bicicletas
traicioneras, patinetas indomables. Ninguna de esas situaciones le había
ocasionado lesiones graves a su humanidad. La intolerancia de los años si
pudieron.
En el hogar el lenguaje dominante
es el silencio. La mano lesionada ha marcado un antes y un después. El rostro
de ella lo confirma, las huellas del agravio lo certifican. Su mirada es la
decepción luego de la sorpresa, el repudio de una violencia que hasta ese
momento se le hacía una lejana pesadilla. Diferencias que gestaron la ira sembrada
por la desesperación, respuestas negadas, acalladas por una mano estrellándose
contra el muro. Acto vergonzoso que siembra el miedo donde sólo se cosechaba
amor.
Debe mentirle al mundo
exterior, al entorno que lo ha creído incapaz de realizar semejante exceso
hasta ahora, pero sus ojos apagados lo delatan; las palabras a los oídos
interesados suenan a huesos rotos. Está acabado. El absurdo de la furia no sólo
a lesionado su mano, también ha quebrado su espíritu. Aunque el daño a sí mismo
lo hace víctima sabe que él es la única
amenaza.
Pasan los días, los analgésicos y
antiflamatorios dispersan el agobiante dolor. Llega el día para abrir la puerta
de la celda impuesta. Liberada no parece útil, apenas puede mover los dedos que
emiten agónicos crujidos.
Bajo las sabanas ella
contempla la mano que pudo haberle hecho daño. Finas cejas enmarcan ventanales
con paisajes de miedo. Él ya no soporta verla así, aterrada e insegura de su
deformada mano. Debe terminar la pesadilla.
Han pasado los días y ahora
todo es alegría. La comprensión y las sonrisas son ahora los argumentos que
prevalecen en sus nuevas vidas. Aunque la decisión no fue fácil ha valido la
pena. Ella lo ayuda a alimentarse, lavarse, peinarse y vestirse. No paran de
besarse y de suspirar por el amor que ha emergido de las cenizas. En un muro
del nuevo hogar, sobre una repisa, se encuentran dos frascos con un líquido transparente donde permanecen
dos manos con señas de paz.
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