Te doy las gracias
Escribir es
la traducción del entorno, reflejos de las vidas que te rodean incluyendo la
que posees. Como escritores somos sensibles a sus cambios, desafíos y
desagravios. Somos testigos de interés por el todo y la nada.
Caracas, la
única ciudad que conozco ha sido la madre y protectora de mis hermosos sueños
pero también ha sido causante de mis amargos momentos. A veces sin darme
cuenta, ella en lo oscuro dicta mis palabras. Como toda urbe ella es muchas
ciudades en una, sus habitantes pintan su propio oleo, algunos coloridos, unos
más grises que otros. Cada rostro para cada ciudad-réplica que pensamos
habitamos todos.
Caracas es
una ciudad furiosa e inclemente para aquellos que no saben apreciarla y mucho
menos entenderla. Hablo de un colectivo que por momentos pertenezco, es ahí
cuando me refugio en la escritura, en el oficio de la crítica, porque escribir
no es más que la inconformidad con la realidad. La imaginación es la
reinterpretación de lo posible, haciendo de lo oculto algo tangible.
En mi
pequeño reinado del papel siempre confronto a la ciudad, converso con ella, la
amo y la desprecio como la amante de mis deseos, le canto al rostro y le grito
al oído, beso sus pies y muerdo sus manos, la arrastro con rabia y la levanto
con ternura, me río de su llanto y me entristezco de su absurda alegría, busco
su compañía y la empujo cuando se acerca. Ninguna relación es perfecta, creo
que de alguna forma debo decirte algo Caracas… gracias.
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