Los escritores no saben guardar secretos


Charles Bukowski
¿Hasta qué punto las historias que contamos nos pertenecen? Todo escritor dirá: las historias corresponden a quienes las escriben.

El escritor es el colector de las historias huérfanas. Él tiene la responsabilidad de impedir el olvido. Escribe para el presente, no le importa el tiempo sino el momento; el resto es una tarea asignada al lector que [una vez iniciada la lectura] reescribe lo ya escrito.

Algunos autores asumen el riesgo violando la frontera que divide a la consciencia de la ética, dispuestos a no dejar prisioneros. Lo que importa es la historia. Sus obras pueden disolver familias, fracturar amistades y aislarlos de la protección y seguridad de sus seres queridos. Entre estos escritores se encuentra el inolvidable y fatuo Charles Bukowski. 
Portada de la biografía sobre Bukowski, escrita por Miles

Barry Miles (Inglaterra, 1943), escritor británico conocido por sus libros sobre la sub-cultura de los años 60, cuenta en su libro Charles Bukowski (CIRCE, 2006) una anécdota que bien sirve de ejemplo:

Bukowski ya era un reconocido poeta en la ciudad de Los Ángeles cuando aparece su columna semanal Escritos de un viejo indecente (1967 – 1969). La publicación salía impresa en un pequeño periódico local llamado Open City, fundado por John Bryan (antiguo director del dominical encartado en el Herald Examiner de Los Ángeles). Para Charles, la columna representó su primera incursión en la narrativa. Antes de trabajar juntos, John y Bukowski ya contaban con años de amistad. Hank (Charles Bukowski), había publicado en tiempos pasados algunos poemas en los distintos medios impresos donde Bryan había trabajado. Vale decir que vivían en la misma calle. El editor solía visitar al poeta. John, muchas veces, le tendió la mano a Bukowski para sacarlo a flote de su menguada economía. En ocasiones ambos compartían largas charlas dejando aflorar sus desdichas, sinceridad que Bryan lamentaría en el futuro.  
Una de las columnas de Bukowski impresa en Open City


Los Escritos de un viejo indecente se convirtieron en lo más atractivo de Open City. El espacio cautivó al ciudadano de clase media. Se enviaban ejemplares a una lista escogida de escritores, productores y ejecutivos, pertenecientes al mundo del espectáculo. Se imprimían todas las semanas alrededor de quince mil ejemplares. Muchas de las copias llegaban por correo a las grandes capitales culturales del momento: Nueva York, Londres y París. Al tiempo que se expandía la fama de Hank en los medios del espectáculo, también crecía el interés del FBI. El buró, se mantenía alerta ante las denuncias realizadas por un anónimo que expresaba su malestar por las historias de Bukowski, acusando al escritor de sodomía y sustentando su denuncia con recortes de la columna. El escritor fue citado por los federales. La entrevista no prosperó, los argumentos de ambas partes quedaron en un punto muerto, dejando todo en una tensa calma.

En agosto de 1968, Bryan le pidió a Bukowski que codirigiera Renaissance, una revista literaria para ser encartada en Open City. Hank tendría libertad absoluta para escoger los relatos y poemas a publicar, condición que firmaría la sentencia de muerte del periódico. Charles aceptó un cuento del pintor y poeta estadounidense Jack Micheline (1929 – 1998), titulado «Skinny Dynamite», que trataba de una pelirroja de Nueva York a quien le gustaba fornicar. El relato significó la ruina del rotativo. El FBI, que no dejó de seguir los pasos de Bukowski, encontró en la indecente historia el mejor motivo para detener y encarcelar a John Bryan. El editor sufrió una golpiza de parte de los uniformados camino a la celda. Los costes legales llevaron a la quiebra las finanzas de Bryan, lo que produjo el cierre definitivo del periódico.

Luego de la experiencia Hank decidió escribir sobre la vida de John Bryan, y de su proyecto Open City, en un relato breve (apenas novelado) titulado «Nacimiento, vida y muerte de un periódico underground». La historia se publicó en septiembre de 1969, apareciendo en la revista literaria Evergreen Review. Como resultado, Bryan no fue capaz de tolerar la presencia de Bukowski a lo largo de muchos años. Miles expone la decepción de Bryan reproduciendo el siguiente testimonio:

Lo más doloroso es que acudí a Bukowski como amigo cuando me debatía entre la vida y la muerte y que le conté de forma estrictamente confidencial mis secretos más espantosos y mis pesadillas más lúgubres. Necesitaba ayuda. Estaba al borde del suicidio. Bukowski se rió y se burló y se lo contó al mundo. (p.223)


John Bryan

La conclusión de John Bryan tras la muerte de Bukowski fue que era “un gran escritor y un ser humano abominable”.

En defensa del oficio, voy a replicar unas palabras del crítico literario y editor venezolano Carlos Sandoval: todo hay que decirlo.

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