El dueño de la casa



Si querida, te prometo que pronto todo regresara a la normalidad y podremos estar juntos tranquilamente en nuestra casa nuevamente. Debo colgar. Te amo.

Están aterrados y no es para menos. Yo también lo estoy. No es fácil explicar lo que nos está pasando. Mientras cuelgo el teléfono puedo sentir ese escalofriante sonido, ese chillido maligno que no para de erizar mi piel. Estoy al borde de la locura, lo he intentado todo, trampas y venenos de todo tipo. Nada. Nada funciona. Continúa con vida, acabando todo a su paso. Lo que era mi hogar ahora se ha convertido en una zona de desastre. He tenido que resguardarme en la habitación principal. La puerta la he bloqueado con todos los muebles disponibles: la peinadora, las dos mesas de noche, un pequeño escritorio y una silla.

Ha probado la sangre y quiere más. Ha saboreado la muerte. Ahora su apetito es insaciable. Primero se mantuvo a raya con los alimentos de la despensa, luego se comió a Toby nuestro Pastor Alemán. Aumenta de tamaño a cada bocado. 

No he dormido por más de veinticuatro horas, aunque los ojos me pesan. El temor de que pueda irrumpir en la habitación y devorarme me inquieta, sus alaridos espantan el sueño que por momentos me aborda. También el calor me sofoca, he cerrado las ventanas, es listo. No sólo tiene el instinto de un animal sino el de un cazador muy efectivo. Me muero de sed, observo el lavamanos del baño de la habitación donde me encuentro resguardado, aunque no tengo otro recurso para saciar mi sed no puedo ceder a la tentación. A diferencia de otros países en el que habito, tomar agua directa del grifo es una invitación a las enfermedades, a las diarreas agresivas que podrían acabar con tu vida. Han cesado los ruidos, por lo visto debe descansar de su jornada sangrienta y recuperar fuerzas. Pronto amanecerá, trataré de dormir un poco. Prefiero no salir y menos arriesgarme a una de sus embestidas en plena oscuridad, las escaleras se interponen entre la habitación y la entrada principal de la casa, tan riesgosas como el puente sobre el río Kwai.
Suena el teléfono, sacándome de las pesadillas que adornaron mis sueños durante la noche. Dientes afilados perforaban mi carne como cuchillo caliente a través de mantequilla. Atiendo el sonoro despertador.

Hola amor mío, es un alivio oír tu voz y asegurarme que aún sigues con vida—a través del auricular escucho el suspiro de mi mujer—He contactado a un especialista que podrá sacarte del peligro que te acecha.

¿A quién contactaste?—más que alivio temía que las cosas empeoraran, esa criatura es inmune a todo.

A Julio Millán el encantador de fieras domesticas, el del famoso programa de televisión.

¡Sandra! ¿Estás loca? Es un animal desconocido, no doméstico, es lo más parecido a la leyenda del Chupacabras. Le has tendido una trampa a ese pobre tonto. Esa bestia llegó a nuestro hogar caído del cielo en una pequeña capsula que se estrelló en nuestro patio trasero. 

Se me olvidó ese pequeño detalle amor. Es la única ayuda que pude conseguir. Aquí no contamos con expertos de la NASA, tampoco tenemos a un equipo policial eficiente como el S.W.A.T.

Sandra tiene razón, los más corajudos y valientes son los miembros de las guerrillas urbanas que el gobierno utiliza para cada uno de sus actos políticos, sumamente desorganizados pero efectivos en quebrantar la voluntad de aquellos que sin violencia desafían a un sistema opresor. Aunque recurra a ellos de seguro están demasiado ocupados bebiendo e invadiendo edificios y centros comerciales amparados bajo la consigna de viviendas dignas para la revolución.

Por la ventana de la habitación pude visualizar la llegada de una camioneta. El esperado héroe había llegado. Lo primero que me preocupó fue ver cómo se acomodaba el peinado estilo Robín de la serie Batman de los 60; este hombre no tenía la menor idea a lo que se enfrentaba.

Debo colgar vida, la ayuda acaba de llegar—dije tratando de simular alivio.

Suerte amor mío, me llamas apenas todo termine para poder regresar a casa. No aguanto a mi madre con su limpiadera.
Incomprensible como toda mujer. Hace un momento aterrada por la posible pérdida de su marido, ahora le molesta la crisis por la limpieza de su madre.

Abrí la ventana y me asomé para realizar contacto visual con Julio Millán.

Tienes mala cara amigo, por lo visto ese animalito requiere de mano dura. Tranquilo,  le enseñaré quién es el amo y dueño de la casa. ¡Víctor trae la cámara más pequeña, de seguro tendremos que movernos mucho!—dijo mostrando una amplia sonrisa mientras mantenía los brazos a los lados de su cuerpo, formando asas de jarra.

Dios, no es posible. Ha traído una cámara, piensa filmarlo para pasarlo en su estúpido programa. En vez de salir en el encantador de “Guau Guaus” saldrá en Archivo Criminal. “Millán es devorado por animal desconocido”.

 Un horripilante rugido emanó del fondo de la casa. Millán paró su andar hacia la casa.

La puerta está abierta, mi esposa no pudo pasarle llave por el apuro al abandonar la casa—le dije desde la ventana mientras su cara desconcertada traducía “ese no fue el ladrido de un perro”.

Me sonrió y aclaró su garganta.

 —No hay problema, solo quiero que Víctor tome una imagen del frente conmigo ante la puerta para presentar lo que será nuestro nuevo episodio de programa—Se paró frente a la puerta dándole la espalda, se peinó nuevamente y con el pulgar de su mano derecha dio la señal para que su camarógrafo iniciara la grabación.

Unas garras enormes y huesudas atravesaron la puerta tomando del hombro a Millán, arrastrándolo al interior de la casa. Un espantoso grito de dolor en sintonía con el sonido de la carne destajada. Víctor soltó la cámara y salió corriendo despavorido hacia el medio de la calle siendo; atropellado por un vehículo, su espanto se había acabado al igual que mis esperanzas.

La barricada de muebles que me mantiene con vida no resistirá mucho tiempo. ¡Qué iluso he sido al pensar que ese pequeño ser proveniente de un lugar desconocido podría formar parte de mi familia como aquel gracioso extraterrestre amante de los gatos!
He tomado bastante agua del grifo. La puerta ha cedido. Sus grandes ojos amarillos inyectados de sangre observan mi humanidad con ira. Soy una bomba de tiempo, las aguas que recorren mi organismo son una mezcla letal de desidia y desprecio. Adelante, cómeme. Da igual, ante el nuevo dueño de la casa mi familia y yo estamos perdidos.

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